14 abril 2010

El Contador de Historias..."En la Villa de Luces"

Posiblemente no creáis este relato. De todos modos, me arriesgaré a escuchar burlas por parte vuestra.

En el año de nuestro Señor de 1253, siendo un joven ingenuo de 15 años sin poseer nada más que mis ojos, éstos vieron una noche algo poco usual. Me marché de casa tras morir mis tristes padres, a buscarme la vida por rincones que desconocía. Sin techo que pudiese aguardar mi cabeza, dormía en un bosque cerca de la villa de Luces. En una de esas noches en que la luna blandía mansamente sobre el lago, unas pisadas fuertes me sorprendieron la profundidad del sueño.

Debo reconoceros que era un muchacho que pocas cosas podían sorprenderme. Cuando mis padres murieron, que si no lo he dicho, fueron muertos a manos de un señor vecino de nuestra villa natal, yo había visto horrores que pocos hombres con una vida repleta de guerras podían haber visto. A Dios gracias.

Esa pálida noche de diciembre, con el rumor de un caminante que se me acercaba, tal vez para darme muerte o quizás para retorcerme el cuello con una soga, me volví tras de mí con mi cuchillo y...¡oscuridad tan sólo hallé!. Me pareció que estaba a sólo un paso de mi espalda, que podía incluso notar su respiración en mi nuca. Yo creí entonces que era una criatura de la noche, y que con su destreza consiguó escapar del hierro que tenía en mi mano.

Al amanecer, después de descansar parte de la noche, un hedor putrefacto me invadió, a mi alrededor había cadáveres de ratas, tejones o ardillas silvestres. ¿Pudo haber sido la criatura de la noche pasada?

Fui a la profundidad del bosque a buscar más tranquilidad, pero no hallé tal cosa. Esa noche, sucedió el mismo acto, pero no encontré nada más que el sonido del silencio. Al despertar, lobos muertos me acompañaban. ¡Qué compaña tan horrible! Esto, pensé yo, es obra de un hombre. El más feroz de todas las criaturas. El temor empezaba a ser parte de mí, o me acompañaba a todos sitios.

Profundicé un poco más en el bosque para que no encontrasen mi presencia como una amenaza aquel, o aquello, que me atormentaba cada nohe.

Esa tercera noche, sentía ya como las hojas se arrastraban por el verde, sentía el rumor del agua, sentía mi corazón latir deprisa, como si fuera a salírseme del pecho. A media noche, oí de nuevo pasos, fuertes pasos que venían hacia a mí. Como cada noche yo me daba la vuelta y no encontraba más que la profundidad del bosque oscuro, esa vez no me volví. Cada vez más notaba una presencia, pero debía tener la templanza de quedarme inmóvil...y así me quedé.

Me quedé inmóvil para siempre. Esta vez el muerto fue este hombre desgraciado que relata su desdicha. Más me valdría haberme dado la vuelta, y sólo habría encontrado animales muertos la mañana siguiente. Lo último que ví fue un hierro que no erró en su misión, una guadaña fría en mi cuello.

Tal vez no me hayáis creído. Pero si en la noche oís pasos, un rumor, se acerca algo que todos sabemos, pero que nadie ha sido capaz de contarlo y que está con nosotros hasta el último día. Daos la vuelta, pues yo fui hombre como vosotros.

Escrito por Israel Álvarez Bejarano

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