20 mayo 2013

Detalles de El Leteo (IV) - Prólogo de Luna Miguel

Un prólogo es un texto situado delante de la obra propiamente dicha, y sirve como justificación o para mostrar algunas circunstancias importantes de la obra; algo que destacar (si lo hay).

Y dicho lo cual, el prólogo de El Leteo ha sido amablemente realizado por la poeta Luna Miguel. Quiero agradecerle enormemente haber realizado este prólogo. No por el hecho mismo de hacerlo. Ella, una poeta joven pero de renombre en el ámbito nacional, no tiene la necesidad vital de hacerlo. La autora de Estar enfermoExhumaciónPoetry is not dead o La tumba del marinero podría haber puesto cualquier excusa de escritora ocupadísima y distante de lo banal y terreno. Pero entendió tal vez lo esencial que era este libro para mí. Por si fuera poco, Luna Miguel trabaja como columnista para S Moda de El País y como Asistente Editorial Literaria en Random House Mondadori.

Desde el primer momento que contacté con ella de forma personal, fue muy atenta y sus palabras en el prólogo denotan que habla desde lo objetivo. Entiéndanme. No lo digo desde lo positivo o negativo que haya podido haber dicho sobre mí o mi libro. Pero esa es mi opinión. Y como no entiendo como lógico hablar sobre una opinión hacia mí, os dejo aquí su prólogo.

Mil gracias, de corazón.


Luna Miguel




DIEZ RAZONES FUNDAMENTALES POR LAS CUALES HAY QUE LEER “EL LETEO”, DE ISRAEL ÁLVAREZ
por Luna Miguel


Me duele el corazón, y un sopor doloroso
aturde mis sentidos, cual si hubiera bebido
cicuta o apurado un pesado narcótico
hace poco y me hubiera hundido en el Leteo.
-Keats-


Uno. Para empezar: el título. Ese título. ¿Acaso no es “Leteo” una de las palabras/nombres más bonitos de este mundo? Efectivamente. El río Leteo y todo lo que su mitología implica es una de las cosas más fascinantes y hermosas de nuestra historia. Hay que ser atrevido, e Israel Álvarez lo es, para tomar este nombre mágico y escribir tras él.

Dos. El autor. Israel Álvarez es atrevido, pero no sólo por elegir este título para un poemario, sino también por el hecho mismo de atreverse a escribir uno, a publicarlo, a mostrarlo y a defenderlo. El mundo no es amable hoy para los poetas. Y mucho menos para los poetas jóvenes.

Tres. Porque Israel es un poeta joven, y esa es otra razón de peso. No la juventud en sí. No la absoluta e insultante (como dicen) juventud en sí. La juventud no vale nada si no se es joven en ella. ¿Y cómo se es joven? Pues con una voz así. Con una poesía así, tierna y a la vez terrible. Con esas ganas de descubrir e investigar que una voz como la suya demuestra: Yo, que me bebo la vida y la dejo/ hundiéndose, bailando sutilmente/ en un Leteo que ya no recuerdo.

Cuatro. Su poesía nos enseña a desconfiar de las cosas más sencillas. Dice: No olvidéis que lo demás es mentira.

Cinco. Su poesía nos enseña a ser precavidos con el amor. Dice: Mi corazón será/ vulgar, sin distinción;/ uno más en la baraja de naipes.

Seis. Su poesía nos enseña a recordar (difícil tarea para quien probó El Leteo), a homenajear, a saber que detrás de la oscuridad siempre hay esperanza. Dice: La muerte no es sólo/ tiempo, sino distancia.

Siete. Su poesía es un canto a la propia poesía. Un conjuro sobre la escritura. Sobre el papel del poeta en el mundo y las ganas incesantes de escribir. Dice: Cuánto por no cantar habré perdido/ en mis mejores horas.

Ocho. Este título, decía. Ese título ficticio: pues el libro que Israel Álvarez nos regala no es una historia del olvido sino todo lo contrario. Lo que aquí encontramos es un continuo recuerdo a los que no están (pero están). Una caricia a los que nos acompañaron. Un perfecto abrazo a aquellos espíritus que amamos y que a veces sólo con los versos logramos que nos vuelvan a visitar.

Nueve. El autor, decía. Israel Álvarez. Que es joven pero conoce lo que hay más allá de la juventud. Que es tierno pero conoce lo que hay más allá de la crueldad. Que es sincero pero conoce la metáfora exacta que esconde lo obvio. Que es poeta, y que es sabio. El autor, decía. El título, decía. ¿No son motivos suficientes?

Diez. Y es que yo no soy nadie para decir qué leer y por qué. Y no soy nadie para decidir por qué tú, lector, deberías guardar con cariño el libro que ahora tienes entre manos. Pero no puedo evitarlo. Así que léelo. Ámalo. Atiende a sus poemas. Comprende mis razones. 

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